Nietzsche entendió la generosidad como el acto de dar a los otros o hacerlos partícipes de aquello que poseemos en abundancia. Frente a esta visión, la práctica de sacrificarse por los demás, es decir, de auto-postergarse —y victimizarse— para que el otro tenga algo a partir de mis privaciones, comporta una visión disminuida del ser humano y da origen al resentimiento. Cuando una persona se priva a sí misma para dar a otro (se priva en el sentido de renunciar a sí misma), espera siempre (aunque no lo diga) un reconocimiento de parte del otro. Como se dice comúnmente: “aunque sea las gracias”. Eso resulta muy diferente de dar con gusto, y disfrutar con la felicidad que el otro experimenta con nuestro regalo. Para esto hace falta una persona satisfecha de sí, que ha realizado de buena manera el arquetipo humano que le es propio para esa época de su vida. Entonces la generosidad se vuelve algo natural, no una “virtud moral”, sino esa necesidad de dar al otro aquello que me está presionando desde dentro, como una pulsión ocasionada por el excedente de energía acumulada. En esta “psicodinámica” de la energía, la generosidad se opone a la envidia de manera nítida. Mientras la generosidad es el disfrute de entregar aquello que poseo en abundancia, la envidia es el sentimiento que despierta la satisfacción del otro (su plenitud), como reflejo de mi propia insatisfacción e incompletud. Por esto, sugiero a todas las personas que leen esta nota, observar sus envidias. La envidia es un sentimiento revelador: permite entender aquello que nos está faltando, entender nuestros propios pendientes de manera honesta, sobrepasando para esto nuestro ideal del yo. Puede que yo hable de servir a los demás desinteresadamente, pero si siento envidia de una persona exitosa y alabada quiere decir que mi ideal de “desinterés” no es auténtico y “en el fondo” lo que estoy buscando es el reconocimiento. Toda envidia desnuda al ego, hace patente un aspecto vergonzante de nuestra identidad y es un indicio importante para el sinceramiento más profundo. La pregunta entonces es: ¿Soy capaz de aceptarme a mí mismo tal y como soy, sin sancionarme? (para una cita terapéutica llama al 228545 o al 0997330894, o escribe a adolfomaciasterapeuta@yahoo.com). Quito-Ecuador.